Vete…

Como te lo dije, es la última que me la haces…

Si quieres hacer que te deje de amar, que deje de pensar en ti, que te olvide: no puedes. No lo dejaré de hacer aunque me dejes de hablar, aunque te mueras, aunque te sientas la mujer más cabrona del mundo y no termines siendo más que lo que has sido siempre: una niña.

Mátame si quieres, sólo así podrías, (o mándame a golpear) si es que te quedan ganas de hacerlo…

Creo que nadie ha tenido los huevos para decirte que te aman como yo, que nunca me escondí en un pseudónimo para decirte todo lo que siento, nunca fui débil para cambiar mi punto de vista. Creo que nunca debiste ser buena conmigo, de hecho no debes ser buena con nadie, digo, así más fácilmente se puede tragar uno lo de “cabrona” y no lo de “niña mimada”.

Ahora resulta que te afecta que me vaya mal, que no puedo hablar semanas de que me corrieron del trabajo, de la misma manera que dedicaste post enteros a tu amorcito de Guadalajara que te dejó por una amiga. Eso sí es juzgarte, de esa manera tú me juzgaste a mi…

Creo que de una manera estúpida o loca, necesitas mi atención; pero no te preocupes, como te lo dije, es la última que me la haces: yo también puedo fingir que soy cabrón y creérmela.

Te amo tan cabronamente para decirte que te vayas, que no regreses, que no me interesa tu opinión en ninguno de los aspectos de mi vida. Que yo no me voy a ir, que te vas a ir tú por débil, por no saber qué hacer con todo esto, yo sabía que me querías correr, pero no me fui, porque soy lo suficientemente fuerte para sostener mis palabras.

Amor mío, vete a la chingada. De veras, no necesito leer en mis estadísticas que entras a mis blogs, no necesito tus “yo” (porque finges hueva) para que te apiades de mí, no necesito que te burles porque “no soportas mi debilidad”, simplemente te puedes largar en vez de fingir que no te intereso.

Me encantas, realmente me encantas aunque me quieras alejar de ti. Te amaré con la misma pasión con la que te escribí cada palabra, esas palabras que te hicieron vibrar y que ahora ya no puedes negar, al menos yo ya no te voy a creer. Pude vivir sin que me hablaras, creo que me dejes de pelar no será inconveniente. Lamento en lo más profundo de mi ser el hecho que no hayas logrado que te dejara de amar, de veras lo lamento porque sé que te esforzaste.

Mis razones para amarte ya las conoces. Y como te dije, eso nunca dejará de ser…

Pero como tú dijiste, en el corazón no se manda. Te amo Marina, así que, ahora te lo pido YO: vete.

Vete… ya no me importa.

Te amé…

Te amé con la certeza de la fe, con las infinitas fuerzas de lo imposible, con la vehemencia de las olas del mar y con profundo conocimiento de causa.

Te amé rompiendo todas las reglas existentes, sin importar qué tan rápido o qué tan lento, que tan cerca o tan lejos, qué tan fuerte o qué tan débil fue. Te amé hasta sangrar y hasta devorar mi propia sangre, a beberla caliente y a disfrutar el hedor a muerte que ella tenía.

Te amé con mis sonrisas invisibles, por cada vez que sonrojé contigo. Me aferré a ti como un naufrago que se aferra a la vida en medio del mar. Fuiste aditivo a mi motor y fuerza hidráulica a todo mi sistema y te amé por eso.

Te amé porque no eras mi tipo de mujer, porque no eras tan inteligente. Te amé por tu carácter duro y por tus desplantes de niña, te amé por ser tan inmadura, por ser tan terca, te amé porque hiciste feliz mi corazón. Te amé por ser conmigo tú.

Te amé porque sin piedad me has acuchillado, porque has roto y pegado mi corazón cuantas veces has querido, porque le pusiste la última daga a la bestia. Te amé porque tuviste compasión de mí y me mataste, te amé porque me amaste y me dejaste, te amé porque a nadie más le escribiré como a ti… ni en mil años.

Te amé tanto porque fuiste mi fan número uno y te convertiste en mi enemiga, te amé porque estás y no estás. Te amé desde el primer momento en que te vi, cuando no me conocías, cuando veía de lejos a una niña que escribía en español, pero vivía en inglés.

Te amé porque, a diferencia de lo que dicen mis amigas, eres increíblemente bella.

Nunca te lo he dicho, pero en este año te he soñado 4 veces. En dos yo iba para tus rumbos y en dos tú venías para acá, en dos te odié y en dos te expresé lo que a nadie le he expresado. Por eso te amé, porque eres la mujer que más he soñado en mi vida.

Te amé porque parece que no existí en tu vida, porque ya no hablas conmigo, porque ya no me pides que me quede en la madrugada, porque ya no me cuentas tu día, porque ahora sólo me comentas mis escritos como si me odiaras, porque otros me pueden tirar carrilla sin herirme, pero tú no.

Te amé con la certeza de un cuento de hadas, con las infinitas fuerzas del cosmos, con la vehemencia del amor mismo y con el profundo conocimiento de los pilotos kamikaze.

Te amé porque tú eres la última que me la hace…

Pero ya no.