Es de madrugada, Venusina

Estás ahí, tu cuerpo esbelto me llama como si tu piel, a través de los poros, pudiera hablarme. Tus ojos no me miran, pero tu cabello me llama, me dice huéleme, llévate mi espíritu. Tengo la increíble tentación de tomarte de la cintura, pasar mis manos por debajo de tu blusa, buscando el calor de tu ser por mi tacto.

No me hables, no me hables de tu novio, o de tu novia, o de tus pretendientes. Paso mi mano por tu boca, busco las coyunturas (esa vieja costumbre que tengo que sé que les encanta a las mujeres) con mis dedos y te provoco risas. Cierro los ojos porque no quiero mirarte, no quiero que al abrirlos, desaparezcas.

Paso mis labios por tus diminutos pechos, mojo con mi lengua tus pezones, los rodeo y masajeo con los dientes, acerco mi oído y puedo escuchar la rapidez de tus latidos. Aferro mi cara a tu pecho, como si el mismo tuviera brazos para no soltarte. Anidarme en tu ombligo, vivir con libertad plena en la eternidad de tus abismos rosas.

Miro tus piernas, de las que tanto me hablas, veo lo largas que son, lo delgadas, son dos caminos que me dirigen a tu sexo. No quiero verte a la cara, quiero oír que eres tú y nadie más. Háblame, tócame si quieres, yo no tengo un cuerpo deseable, pero tu voz podría hacerme sentir más que tus manos. Cuéntame de ti. Entra en mi ser por el oído.

He confundido el calor del ambiente con el de tu cuerpo, como si el aire caliente fuera una extensión de tu figura. Déjame escribirte y leerte y tocarte al mismo tiempo. No me hables de tus compromisos, de lo lejos que estoy de tu corazón; no me apartes de ti esta noche que te necesito. Bebamos una cerveza, fumemos juntos en el balcón…

Finalmente pongo mis ojos en los tuyos y ya no estás. Escuché lo que tanto me negué y de la intimidad pasamos al desconocimiento mutuo. En el siguiente encuentro no habrá deseo, ni imaginación, ni verdades. Estaremos cada quien con los nuestros, brindando aparte, escuchando a otros, tú fumando y yo intentando bailar; tú no sabrás nada y yo moriré en el silencio. Es de madrugada Venusina, y veo a la estrella de la mañana, ese astro que no me deja pensar en otra cosa que no sea en ti.

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